JULIN SALAS
Lamentablemente en frica, la situacin del hbitat es tan grave que no es tiempo para reivindicar ‘viviendas dignas para todos’. Ni tan siquiera viviendas mnimas, pese a que algunos tengan la osada de tachar como indignas posibles soluciones habitacionales destinadas a dotar con menos de 20m construidos a familias sin vivienda. En la mayora de los pases africanos, salvo desconocimiento supino de la situacin o que se trate de mentes poco pudorosas, no es de recibo invocar milagros de tamaa irrealidad. S juzgamos como inaplazable reclamar medios para dotar de habitabilidad bsica” a todos; habitabilidad bsica que colme las necesidades esenciales que tenemos las personas y que cubra las urgencias residenciales del vivir: no slo las que conciernen al mero cobijo individual, sino tambin a los espacios pblicos, infraestructuras y servicios elementales que constituyen, en conjunto, un asentamiento propicio para la reproduccin vital.
El continente africano, con sus ochocientos millones de habitantes, presenta la tasa de urbanizacin mundial ms baja, algo menos del 50%, pero detenta el ndice de crecimiento urbano mayor: un 2,5% anual. Este dato en s alarmante; ms si se tiene en cuenta que el crecimiento previsto para el perodo comprendido entre 2015 y 2030 es del 2,1%, mientras que en Europa se alcanzarn valores en el entorno del 0,2%. En parte, las races del problema estn en el modelo africano de urbanizacin sin crecimiento, que arrastra al continente a su tugurizacin galopante y que afecta ya a ms de ciento ochenta millones de africanos urbanos. El Banco Mundial (Informe del 2003) matizaba: “Entre 1990 y 1995, la poblacin urbana de un pas africano medio aument a un ritmo anual de 4,7%, en tanto que su PIB per cpita disminua un 0,7% al ao. Esta correlacin negativa entre urbanizacin e ingreso per cpita es nica, incluso en pases pobres y en economas con tasas de crecimiento bajas.
Por si fuese poco, en frica, del orden de 200.000 familias asentadas en tugurios se estn viendo sometidas anualmente a erradicaciones violentas. Una de las ms lesivas fue ejecutada en mayo de 2005 por el presidente Mugabe de Zimbabwe con su Operacin Murambatsvin -“restaurar el orden”-, aduciendo la necesidad de limpieza y eliminacin de la ilegalidad, tanto habitacional como del sector informal de la economa. Unas 700.000 personas en diferentes ciudades perdieron sus hogares y/o fuentes de subsistencia. La gran mayora eran pobres, y hoy lo son an ms, pese a que el 75% de los pases tienen constituciones y leyes que promueven alcanzar progresiva y plenamente el derecho a una vivienda digna y a que el 61% dispone de legislaciones para proteger a su poblacin de erradicaciones forzadas.
Al elaborar los Objetivos del Milenio, un dato contrastado sorprendi a tcnicos y polticos especialistas en asentamientos humanos: mil millones de ciudadanos urbanos, 924 millones, segn precisiones de Naciones Unidas, habitan en tugurios, expresin nada etrea pese a que su significado cosmopolita no tiene correlato con el de habitacin, vivienda o establecimiento pequeo y mezquino que le asigna el diccionario de la Academia. Internacionalmente se acotan como tugurios los asentamientos humanos en los que la mayora de sus moradores carecen de ms de dos de las siguientes dotaciones bsicas: agua potable a menos de 500 metros; propiedad del terreno que ocupan; estructura resistente fiable de lo construido; alojamiento de no ms de tres personas por cubculo; conexin a las redes de saneamiento y eliminacin de basuras La gravedad de la situacin llev a que la prctica totalidad de los mandatarios del mundo, tambin el seor Aznar, incluyeran entre los Objetivos del Milenio la Meta 11, con la que se comprometan para el ao 2020 a haber mejorado considerablemente la vida de por lo menos 100 millones de habitantes de tugurios, como se propone en la iniciativa Ciudades sin barrios de tugurios.
Hoy, aunque nos pese, los tugurios constituyen ms que un problema, una solucin para alojar a los pobres urbanos, dadas las graves restricciones que a las que ellos se enfrentan para acceder a soluciones convencionales, ya que la tierra es un bien de mercado que los pobres no pueden alcanzar. La mejora integral de tugurios se ha convertido en una praxis plausible, ya que los recursos disponibles para su consolidacin son solo una escasa fraccin de lo mucho que se requerira para hacer realidad la vivienda digna para todos.
Los posibles resultados de los programas de mejora no son tema balad. De algn modo, propician para sus moradores el trnsito de sobrevivientes a ciudadanos; resultan eficaces frente a muchas de las enfermedades de la pobreza, aumentando en forma sustantiva la esperanza de vida; mejoran la economa informal; disminuyen la violencia ciudadana; auspician el liderazgo de las mujeres jefas de hogar No pueden concebirse, en definitiva, sin la participacin de la gente. El desarrollo no es slo cuestin de dinero ni de objetivos numricos por alcanzar para el 2020, pese a todo lo importante que son. El desarrollo se refiere a la gente, acotaba en el Prlogo del Informe del Banco Mundial de 2004 su presidente James D. Wolfensohn.
El pasado junio tuvo lugar el lanzamiento del Plan frica 2006-2008, una iniciativa encomiable pero con un texto al que puede objetarse carencia de metas cuantitativas y de asignaciones presupuestarias, lo cual no es poco. A Espaa, acostumbrada ltimamente a sacar pecho ante los compromisos internacionales, le correspondera, por poblacin, PNB, e ndice de Desarrollo Humano colaborar en la consecucin de aproximadamente el 1% de lo prometido en los Objetivos del Milenio. Segn esto, deberamos comprometernos a mejorar sustancialmente las condiciones de vida de un milln de habitantes en tugurios antes del 2020, conforme a la Meta 11. En el Plan frica no se entiende la ausencia de compromisos de mejoramiento de tugurios en Marruecos, Campamentos Saharauis, Mauritania, Senegal o Mali, para llegar al 2020 habiendo cumplido este compromiso de solidaridad. Para ello, habra que arbitrar 40 millones de euros anuales durante los catorce aos que restan para tan importante meta.
Madrid, 26 de septiembre de 2006.
Julin Salas, doctor ingeniero industrial, es investigador del CSIC, Director del Instituto de Cooperacin en Habitabilidad Bsica (ETSAM UPM) y autor del libro Contra el Hambre de Vivienda.