Género y espacio público urbano

Autora: Martha Alonso Vidal. Instituto Hannah Arendt

ABSTRACT.

Análisis histórico y socio político que revela la inserción de las mujeres en las ciudades a partir del comienzo de la era de la globalización, baja edad media y cómo las políticas urbano ambientales toman o rechazan el aporte de “género” para culminar en las “megaciudades” actuales; despiadada aplicación de los postulados de la globalización contemporánea.

Análisis del proceso de legitimación e institucionalización con referencia a los condicionantes simbólicos, normativos y políticos que operan en la instalación de una política pública urbano-ambiental con equidad de género, PPUMACEG; su correspondencia con los Planes de Igualdad, su relación con las proposiciones de las Conferencias Mundiales y la normativa local e internacional. Propuesta de políticas públicas urbano medioambientales con equidad de género, PPUMACEG.

Espacio público-espacio privado. Análisis del “hábitat urbano” de las mujeres desde la pertenencia a las distintas clases socio-económicas y culturales, ponderando además las características medio-ambientales de cada tipología de asentamiento, es decir cómo opera la huella ecológica o lo “antrópico” en cada caso.
Estudio del comportamiento de las mujeres dentro del “espacio público urbano” según su participación en los diferentes “colectivos urbanos”.

I- GÉNERO Y ESPACIO PÚBLICO Y PRIVADO URBANO.

MUJER Y GLOBALIZACIÓN EN LA CULTURA DE LAS CIUDADES.

El presente trabajo, expresa un proceso de legitimación e institucionalización con referencia a los condicionantes simbólicos, normativos y políticos que operan en la instalación de las políticas públicas urbano ambientales con equidad de género -PPUMACEG- como dimensión impostergable de equidad social; su correspondencia con los Planes de Igualdad y las proposiciones de las Conferencias Mundiales en materia de género, medio ambiente y planeamiento urbano y la normativa local vigente, Constitución de la Ciudad de Buenos Aires, ley 474: Igualdad de Oportunidades y de Trato entre Varones y Mujeres y CEDAW.
El proceso que precede a la instalación de dichas políticas en la era de la “globalización” determina la inserción de las mujeres en el espacio público y privado urbano a lo largo de más de diez siglos. Partiendo del año 900 de nuestra era por la importancia que adquieren, por entonces, el comercio internacional desarrollado sobre base semicapitalista, la invención de la moneda, el nacimiento de la ciudad medieval y la aparición del municipio como forma de gobierno autónoma. La globalización entendida como signo distintivo de la expansión capitalista no referida a una situación histórica determinada sino como un proceso de transformación permanente en lo económico, social, cultural y científico.

¿Qué se entiende por “género”?
“Por género se entiende una construcción simbólica que alude al conjunto de atributos socioculturales asignados a las personas a partir del sexo y que convierten la diferencia sexual en desigualdad social. La diferencia de género no es un rasgo biológico, sino una construcción mental y sociocultural que se ha elaborado históricamente. Por lo tanto, género no es equivalente a sexo, el primer término se refiere a una categoría sociológica y el segundo a una categoría biológica”. -Concepto elaborado por el colectivo de mujeres académicas en respuesta a la Real Academia Española de la lengua española. (2004).-

¿Qué es la ciudad? Es el punto de concentración máxima del poderío y de la cultura de una comunidad. Funciona como el órgano especializado de la transmisión social. Junto con el idioma es la obra de arte más grande del ser humano.

I-a La ciudad medieval
Nace la ciudad amurallada. El municipio como gobierno, las ferias regionales como forma de transacción y el administrar justicia en las cortes locales las convirtió en estados soberanos.
La población era más homogénea que la actual, existían menos diferencias de clase, más igualdad de riqueza y armonía de intereses. La familia urbana medieval tuvo carácter corporativo; no era una unidad privada, en la misma casa vivían los parientes y los trabajadores. Comían juntos en la misma mesa, trabajaban en el taller, dormían en el mismo dormitorio separados por sexos, relegando el intercambio sexual a la oscuridad del bosque; rezaban y se divertían juntos. La actividad erótica estaba sujeta sobre todo a primavera y verano. La vida para las mujeres fértiles era durísima por la pobre alimentación, los inviernos rigurosos, el trabajo pesado; la sucesión de embarazos y consecuente mortalidad precoz, -de allí el prestigio de la virginidad-. Soportaban estar sometidas a degradación y misoginia.
Comienza a instalarse el modelo cristiano de matrimonio y su desigualdad contractual expresada en dos modalidades diferentes: privada y pública: el de las mujeres donde la sociedad se apropia del capital cultural, económico y emocional de las mismas al carecer del poder organizacional que posee lo público, de generación y dominio masculino.
Una excelente política urbano ambiental hacía que el hacinamiento fuera desconocido; la basura materiales orgánicos de fácil reciclaje; la provisión de agua una función colectiva, técnica y artística de cuidado del río y de bellas fuentes; el ruido inexistente; la calle como una granja.
Aún no se había producido la destrucción del tejido urbano con separación de ricos y pobres, propia de las ciudades que siguieron a la medieval. Por ese entonces pretendía no haber diferencias entre el espacio “privado”, propio de las mujeres y la servidumbre y lo “público” territorio de dominio masculino, aunque las mismas existen desde el inicio de los tiempos.

I-b La ciudad barroca
Fines del siglo XVII. La vida urbana cambia: muere el municipio y surgen la nueva economía capitalista y el despotismo del estado nacional; el rey se instala en la capital todopoderosa.
El uso de la perspectiva tiró abajo la muralla; nacen las largas avenidas anchas para la acción militar contra la “guerrilla urbana” sumando el militarismo al poder del capital y satisfacer el absurdo placer de recorrerlas a velocidad creciente, “para ver y ser vistos”, expresión masculina de poder en la conquista de espacio, tiempo y naturaleza, otra expresión de la antinomia femenino -masculino, que tanto dolor ha traído a la humanidad. El desfile espectacular tuvo su contrapartida femenina en el desfile ante las tiendas. El ritual del espectáculo superfluo absorbió todas las energías para vivir. El gastar más fue más importante que el gastar suficiente. El nuevo patrón del mercado: la moda y las primeras víctimas: las mujeres.
Aparecen condiciones de la globalización contemporánea, ricos y pobres, pobres e indigentes, ejemplo de fragmentación por acceso diferencial a los bienes materiales y culturales.
En lo doméstico, un nuevo código de modales eróticos da nacimiento al dormitorio privado, que, con la alimentación, la calefacción y los espejos transforman los rituales del amor. La coquetería y el galanteo eran el contrapeso de la rutina y un ambiente de erotismo, a veces romántico, otras brutal, invade la casa, siempre en beneficio de los varones ya que recién hacia 1950 se dará importancia al erotismo conyugal. Continúa una moral de hombres diseñada por varones donde aparecen las mujeres como objetos o en el mejor de los casos como entes a las que hay que educar cuando están bajo custodia, o abstenerse cuando pertenecen a otro hombre.

I-c La ciudad industrial
Llegamos a la ciudad industrial, la ciudad carbón, siglo XIX y principios del XX. Avanza la globalización: desigualdades sociales profundas, países europeos ricos y colonias pobres.
En cuanto a PPUMA, la ubicación de las fábricas, la construcción de barrios obreros, el suministro de agua y la recolección de basura eran servicios que debía llevar a cabo la empresa privada para conseguir beneficios privados. Los servicios de aguas corrientes y saneamiento fueron hechos para las fábricas, transformando ríos y arroyos en cloacas abiertas, degradando el ambiente y anticipando efectos de la actual globalización en términos de la antropización y huella ecológica, privatización de servicios públicos, sobrevaloración de la iniciativa privada, “pensamiento único”, nacido de las recomendaciones del Consenso de Washington, etc.
El nuevo complejo urbano europeo, estaba determinado por la fábrica y el “slum”, léase conventillo, favela, villa miseria, cantegril, bohío, callampa, asentamiento precario o como se llame el hábitat de la miseria en condiciones de hacinamiento y enfermedad indescriptibles, particularmente para mujeres y niños/as pobres por su miseria y desamparo. El plan ‘inorgánico’ de la ciudad industrial eliminó los espacios abiertos y verdes; alejó el campo de la ciudad; perdió los centros cívicos. Masas urbanas se expandieron cien veces sin que aparecieran las instituciones que caracterizan una ciudad: un lugar donde se concentra la herencia social y el intercambio potencia las actividades de los seres humanos.

I-d La ciudad contemporánea
Arribamos a la ciudad actual, la “megaciudad” del siglo XX y XXI, con profundos cambios en la estructura del capitalismo, concentración industrial y financiera y enorme renovación tecnológica, propios de la globalización, aún sin haber hallado una forma urbana adecuada.
La ciudad contemporánea existe en el país de los contrarios, la inseguridad, la marginación, la delincuencia, el abuso de la autoridad, los sin techo, la apropiación del espacio público por manos privadas, el éxodo hacia la periferia de los más pudientes se entrelazan dando forma al paisaje ciudadano.
La “institución” ciudad no logra componer identidades homogéneas, entendiendo que la identidad urbana se construye en base a la interacción con múltiples otros/as. La promesa globalizadora anunciaba que gracias a ella las cadenas de interconexión crecerían, pero ello no ha ocurrido al menos no para las grandes masas de población precarizada que pueblan las megaciudades y a quienes les resulta difícil encontrar las instituciones ciudadanas encargadas de construir una ciudad plural de plena inclusión. La dinámica social y la subjetividad ya no son las que corresponden al Estado-nación.
La transformación habla de una mutación que erosiona los cimientos de la ciudad. La constitución del “sujeto” que habita la ciudad dista de ser actualmente aquel que el Estado-nación requería. El mercado es práctica dominante pero no sustituye al anterior Estado-nación. (Lewkowics, I. (2002) Traumas, acontecimientos y catástrofes en la historia. Trabajo presentado en las Jornadas de clínica psicoanalítica ante las catástrofes sociales. La experiencia argentina. Documento especial para Página/12 publicado el 21.07.02)
El pasaje de Estado a mercado implicó una pérdida de identidad. La identidad se da no sólo por la pertenencia territorial sino por compartir una moralidad y un pasado comunes. El Estado de la era globalizada es incapaz de imponer un orden simbólico y conformar un sujeto igual ante la ley, portador de una moralidad compartida alrededor de los valores nacionales. Su potencia soberana -y su poder articulador- se han corrido hacia el mercado, siendo los individuos los que deben “gestionarse” a sí mismos en un contexto de gran deterioro. Se ha suspendido la “secuencia narrativa” en la que las circunstancias se anudan con cierto significado por lo cual las acciones de hoy están ligadas a los sucesos por venir. El mercado no impone un ”orden simbólico articulador”; libra a cada cual a su propia iniciativa y capacidad y allí es donde el Estado se convierte en mero administrador de esos efectos.
Surge la pregunta: ¿cómo transitan esta situación hombres y mujeres en las ciudades? ¿De qué manera enfrentan la pobreza o actúan frente a la violencia urbana, cómo reconstruyen su identidad en tanto trabajadores/as, su pertenencia comunitaria, su carácter de ciudadanos/as?
La ciudad aparece como el lugar donde se enfrentan los/as que quedaron fuera del sistema: los/as empobrecidos/as que no tienen acceso a bienes y servicios y los/as de altos ingresos.
Todo esto destruye la trama urbana, el espacio público como lugar de encuentro y pertenencia de todos y todas debido en gran parte a la ruptura del tejido social. No obstante la ciudad sigue siendo el “espacio de los lugares” y la forma territorial de organización de la cotidianeidad.

II- EL “HÁBITAT” CON ENFOQUE DE GÉNERO. RELACIONES ENTRE EL “HABITAR” DE LAS MUJERES SEGÚN SU PERTENENCIA SOCIO-ECONÓMICA-CULTURAL. ESPACIO URBANO. POLÍTICAS PÚBLICAS URBANO MEDIO AMBIENTALES CON EQUIDAD DE GÉNERO, PPUMACEG.

Hablar de “hábitat” implica referirse al medio físico, natural y construido y a las relaciones sociales, económicas y políticas que se dan en un determinado territorio, sea el de las megaciudades, ciudades o barrios. Esas relaciones implican problemáticas complejas para la vida cotidiana de las mujeres y tiene impactos diferenciales con relación a la de los hombres. Igualmente la construcción de ese espacio del habitar sigue las leyes de la sociedad y la existencia de fuerzas que conforman el modelo de propiedad que desea y reconoce esa sociedad. Ello incide en forma directa en la producción de ese espacio. La asignación de un valor “social” al significado del espacio y a su representación en la arquitectura y el urbanismo en relación con la “equidad” trasciende y restringe el concepto de propiedad y está legitimado por el avance de la pobreza y las deficientes condiciones de habitabilidad que responden a una injusta distribución de la riqueza. Así es de pleno derecho la exigencia que esa sociedad asuma su responsabilidad social ineludible y permita superar los términos tradicionales de “propiedad” y modificar el concepto de “dominio”. Dentro de esta problemática se inscribe la planificación de PPMACEG, es decir incorporar la problemática del hábitat y el medio ambiente y suponen transversalizar la dimensión del género y la ambiental al espacio público.
Parten de movimientos distintos, pero coinciden en la crítica al modelo de crecimiento económico y ambas terminan conformando los principios del desarrollo sustentable.

El terreno de las PPUMACEG es un campo de estudios aún reciente, en el cual se ha logrado incorporar la cuestión de género en algunas políticas públicas relativas a planes urbanos y ambientales, vivienda, servicios, localización de asentamientos, equipamientos urbanos, etc. Una mayor participación de las mujeres en el planeamiento tendría efectos muy positivos en el sentido de: reforzar la democracia local y la ciudadanía responsable, ampliar los temas de reflexión que plantea el urbanismo, mejorar el uso de los recursos locales, apoyar y aportar ideas a los propios procesos de conformación de lo urbano.
Sin embargo son muchas las dificultades en lo que respecta a la construcción social de la equidad de género como principio organizador de la democracia, o de la cimentación de ciudadanía que nace, se desenvuelve y define en espacios de la sociedad muchas veces privados, otras veces públicos, lo que hace difusas sus fronteras.
II-a La ciudad democrática y la participación de las mujeres
En la última parte del siglo XX se produce una fuerte urbanización, con lo cual más de la mitad de esa población es femenina y guarda con la ciudad una relación distinta a la tradicional. La nueva economía instalada a nivel planetario tiene un “cariz femenino”, incorporando mayor cantidad de mujeres a las fuerzas del trabajo con condiciones laborales más precarias que favorecen a los flujos de capital y porque la globalización de la economía trae aparejada mayor flexibilización de las condiciones laborales. Ello ocasiona una dinámica de inclusión-exclusión dentro del “mercado” que produce distorsión en el sistema de género al tiempo que propicia cambios en su interior. La nueva “auto percepción” de las mujeres como sujetos de derechos al transformar las subjetividades sociales expandiendo la “política” tanto en el espacio privado como en el público. Por lo tanto debe tratarse la perspectiva de género en la gestión urbana como una de las estrategias principales en la construcción de la democracia participativa e instalar en los gobiernos locales que, en la nueva ciudad global, el protagonismo de las mujeres no puede ser ignorado.
II-b Espacio público y espacio privado. Su relación con políticas públicas.
Toda autoridad gubernamental expresa el poder político que detenta al tomar decisiones en materia de políticas públicas en el espacio correspondiente: el público. Pero el problema, objeto de esas decisiones nace, se construye y define en espacios de la sociedad muchas veces privados y es la interacción entre diferentes actores/actrices y el Estado lo que hace difusas las fronteras entre espacio público y privado.
Pero lo que ha dinamizado el espacio público, en especial el urbano objeto de éste análisis es el deseo de autonomía de las mujeres y del principio feminista “lo personal es político”. Así han salido a la conquista de ese espacio buscando ampliarlo a través de reafirmación de identidades, renegociando las relaciones con la familia y la sociedad, adquiriendo visibilidad social. Esto ocurre de manera remarcable particularmente en nuestra Región, Latinoamérica y en particular en el área de análisis: Ciudad Autónoma de Buenos Aires –CABA- y Área Metropolitana de Buenos Aires, -AMBA-.
Ahora bien: ¿cómo es el “habitar de las mujeres urbanas”? ¿Cómo se insertan en el paisaje construido y cultural del espacio público urbano?

II-c LAS MUJERES DE ALTOS INGRESOS -PROPIOS O FAMILIARES- QUE VIVEN EN COUNTRIES, TORRES O “COUNTRIES EN ALTURA”, BARRIOS CERRADOS, CLUBES DE CAMPO, URBANIZACIONES ESPECIALES.
300.000 personas viven en 7 “megaemprendimientos”; 28 clubes de chacras; 150 “countries”; 250 barrios cerrados pertenecientes a 435 urbanizaciones especiales. Ya hacia fines del `90, el 80 % de esta población residía en forma permanente, en 50.000 viviendas. Ello ocurre en el territorio constituido por el AMBA.
¿De qué fenómeno del hábitat estamos hablando? El fenómeno es mundial pero este análisis está referido a las ciudades de nuestra región, Latinoamérica con un “recorte” territorial en la CABA y el conurbano bonaerense. Lo “global” en clave “local” dentro del proceso de globalización en que estamos inmersos adquiere características bizarras.
Como dicen los emprendedores inmobiliarios se trata de importantes “megaemprendimientos” como “Nordelta”, clubes de campo, barrios cerrados o las nuevas torres bien llamadas “countries en altura” que unen al sofisticado confort de las unidades de vivienda todos los servicios imaginables que el resto de la ciudadanía encuentra dispersos en el espacio público urbano. Más la seguridad, ese bien tan preciado que en los últimos doce años parece haber desaparecido de nuestras ciudades latinoamericanas.
Dice la investigadora Cecilia Arizaga, -Facultad de Ciencias Sociales; UBA- que el espacio intero-exterior de esos lujosos asentamientos se diferencia fuertemente del espacio circundante. Si bien algunos de estos barrios privados provienen del primer tercio del siglo XX, lo que han inaugurado estas urbanizaciones cerradas y autosuficientes, son los conceptos de “seguridad” y “pertenencia”, separados de lo impredecible, lo caótico y violento que constituye el hábitat urbano y por ello hace su opción esa clase privilegiada.
Según Fernando Krakoviak –Página 12, Suplemento CASH, Año 15, Nº 745, Buenos Aires, “Por qué resurge el consumo de los ricos? 18 de julio de 2004-, constituyen el 10 % de la población que concentra el 38,6% del ingreso nacional y ganan 31 veces más que el 10 % más pobre. Los de más altos ingresos son los principales responsables del repunte de las ventas iniciado a fines de 2003 y consolidado durante este año. Invierten en el mercado inmobiliario, – concentrado en las nuevas torres de Puerto Madero y el corredor norte conformado por Palermo Nuevo, Belgrano y Núñez, -antes lo hizo en los megaemprendimientos-, consume los paquetes turísticos más selectos y adquiere los automóviles último modelo y equipa su hogar con la mejor tecnología y mobiliario. Y agrega el investigador que este consumo “desentona en un paisaje desolador donde abundan la pobreza y la desocupación”.
Ahora bien, ¿cómo funcionan estas urbanizaciones especiales?… y ¿qué tipo de ciudadano/a se gesta allí, en los barrios cerrados, en las torres del “glamour”?
Este tipo de emprendimientos privados funciona mediante “redes” que incluyen desde el jardín de infantes hasta la universidad, privada también, desde la provisión de todo tipo de artículos por teléfono o correo electrónico, unidos por las autopistas hacia los shopping center o lugares exclusivos, funcionando como una “red de encapsulamiento”. Los que se desplazan por ellas, en vehículos seguros, sobre todo los jóvenes que crecen en ese medio cerrado, poco o ningún contacto tienen con el mundo real.
Cuando como adultos deben incorporarse al mundo de la producción, al estar privados del espacio público “real” no sólo enfrentan la dificultad de tomar un colectivo o la incomodidad de caminar por la vereda como peatones; enfrentan la falta de competencia en cuanto a comunicarse con el “otro” al salirse del “nosotros/as” que son los que pertenecen a la comunidad privada.
Los chicos metidos en los barrios cerrados e imposibilitados de moverse los fines de semana, sin la ayuda de los/las mayores que disponen de los vehículos, se dedican a “travesuras” que dañan la vecindad. El vandalismo adolescente ocurre también en la ciudad abierta pero debido sobre todo a la pobreza o a la marginalidad, difícilmente al aburrimiento o a la inmovilidad. -Arizaga, C. op.cit.-. Ciertamente esto marca una cierta tendencia y no debe generalizarse, pero es digno de ser tenido en cuenta. ¿Y las mujeres que disfrutan de ese hábitat de lujo?
Salvo las que practican su profesión liberal, privadas en general del rico escenario que propone el espacio público urbano, atadas a una rutina que consiste en ocuparse de los niños y sus traslados, encerradas en espléndidas “cajas de oro”, sin incentivos culturales y sociales más amplios, aún jóvenes, -la franja etárea es predominantemente de veinte a cincuenta años-, desarrollan no pocas veces patologías variadas que frecuentemente terminan en relaciones íntimas con el personal que atiende estos lugares, como medio para salir de la rutina.
El fenómeno de las urbanizaciones cerradas es global y abarca casi todas las grandes ciudades del mundo occidental. Pero en otros países las “gated communities” se desarrollan bajo leyes y “regulaciones”, como formas de planeamiento territorial que impiden el “laissez faire” brutal que se ejercita en nuestro medio y que de existir aquí impedirían que estos asentamientos se den en las mejores tierras cultivables del conurbano o de la Provincia de Buenos Aires, donde la huella ecológica y los procesos de antropización terminan inutilizando suelos magníficos para cultivos, o tierras de pastoreo irrecuperables luego de la “impronta” edilicia, privando a los habitantes de las ciudades cercanas de un potencial productivo, agrícolo-ganadero. O que provocan serios inconvenientes en el escurrimiento de las aguas y perturban el funcionamiento hidráulico que puede llevar a la destrucción de un ecosistema como es el Delta. Un verdadero desequilibrio medioambiental.
Ciertamente la “seguridad” los llevó al éxodo; hacia el bucólico verde y a “privatizar” las condiciones del espacio público urbano reduciéndolo al interior de la urbanización cerrada, a tal punto que hicieron disminuir en más de 200.000 habitantes a la ciudad de Buenos Aires.
Pero nada dura y la seguridad presenta brechas muy difíciles de salvar, sobre todo cuando los vehículos transponen la casilla de acceso-egreso y se aventuran en los caminos no custodiados, que los separan de las autopistas, que ha dejado de tener las condiciones que poseía en los ’90 y donde cualquier cosa puede pasar, como secuestros extorsivos o robos varios.
El éxodo, si bien incipiente, pero que ha frenado la construcción masiva de nuevos emprendimientos suburbanos, se concentra desde hace pocos años en las torres o “countries en altura”, símbolo actual en arquitectura de “glamour”, hedonismo, buenos momentos en las espléndidas comodidades que ofrecen, fuertemente custodiadas, sin siquiera salir al pertubador y peligroso espacio público urbano.
Esta tipología de vivienda también tiene su costado ambiental negativo en relación al paisaje natural y construido. Ubicadas en lugares “privilegiados” por su cercanía con la costa del Río de la Plata o la reserva ecológica van conformando pantallas físicas y visuales “opacas” que funcionan como barreras entre la ciudad y su preciado entorno natural.
¿Qué ha conseguido este grupo social? Armar un espacio privado con las facilidades y las comodities del espacio urbano, en el que se mueve el resto de la población. Privados del uso del espacio público urbano tradicional, por las razones apuntadas, han prescindido del mismo, invertido los términos, convirtiendo lo privado, debidamente acondicionado en público pero privado al fin, uniendo esos espacios mediante “redes” de comunicación también privatizadas y disfrutando de la posesión de un espacio privilegiado.

II-d LAS MUJERES DE “CLASE MEDIA” QUE HABITAN EL DEPARTAMENTO EN PROPIEDAD HORIZONTAL; ALGUNAS CASAS EN DUPLEX; LOS “PH”.
Dicen Alberto Minujín y Eduardo Anguita, (2004) en “La clase media, seducida y abandonada: El mentado ascenso social”. “Uno de los aspectos que suele subrayarse en relación con la clase media es su debilidad estructural, debido a que constituye un tercer actor sin peso específico propio, situado entre los dos grandes agentes sociales y políticos de la sociedad moderna: la burguesía y las clases trabajadoras. Esta debilidad estructural explicaría tanto sus comportamientos políticos como sus rasgos culturales”.
Entre nosotros, es una creación de Sarmiento y Alberdi, al proponer el principio de la educación común para todos, pero no “todas”, de hecho la “inventaron”, ubicándola entre medio de una alta burguesía desentendida de una clase trabajadora y desposeída. Enamorados como estaban de la cultura europea a la vez que despreciaban la cultura popular, -la barbarie- dejaron al margen la herencia americana. Así creció un sentimiento de “individualismo” que nace precisamente del liberalismo y del enciclopedismo. Ello a partir de una inmigración predominantemente europea dispuesta a tomar como convenientes los valores que se le proponían, tan parecidos a los propios. No obstante este conjunto padeció de una ausencia de comunidad, de grupo, de una narrativa que los uniese.
“El fenómeno más notable que se registró en los últimos años es el de los nuevos pobres, gente que no era pobre hace algunos años o que sus padres no lo eran. Pertenecían a la clase media y se cayeron en la escalera social”. “Esto convirtió a América Latina en la región con más inequidad del mundo. Mientras que en Suiza la clase media representa 60% de la población, en varios países latinoamericanos es menor a 20%”. Bernardo Kliksberg, coordinador del área de desarrollo social del BID.
23 millones de latinoamericanos/as dejaron de ser clase media en los últimos diez años; prácticamente está desapareciendo del mapa social de Latinoamérica. -CEPAL-
Las mujeres de clase media representan un colectivo bastante diverso, pero aún exhiben su orgullosa pertenencia a esa clase. Resisten los embates del neoliberalismo, del patriarcado, sin animarse demasiado a enfrentarlos preservando contra todo pronóstico los valores “tradicionales” de su clase, la pertenencia europea, los valores de la educación, la familia.
¿Cómo viven estas señoras su vida cotidiana, su hábitat privado? ¿Cómo se insertan en el paisaje construido y cultural del espacio público urbano?
Buenos Aires es una ciudad “compacta”. Pocas ciudades del mundo pueden exhibir una trama urbana de edificios de los llamados de “propiedad horizontal” de 10 pisos, de 30 metros de altura, ubicados en el corredor norte y oeste de la ciudad y también en las avenidas y en las centralidades barriales. Producto de la especulación del capital aplicado a negocios inmobiliarios de las décadas del ’60, ’70 y principios del los ’80 están formados por los departamentos de dos, tres y cuatro “ambientes”, o los “PH”, en los que “apretadamente”, con bajo confort, escasa privacidad, carencias de sol y luz, constituyen vivienda de estas mujeres y sus familias. Privadas de créditos inmobiliarios que les permita superar esta contingencia, resisten en estos “bastiones” pero curiosamente son las que más disfrutan y participan del espacio público urbano, insertándose en novedosas formas y múltiples organizaciones de todo tipo sin abandonar los “valores propios de su clase”.
A dos de estas organizaciones como paradigma de clase media concientizada, quisiera referirme. ”Asociación Mujeres en Lucha”, las que pelean por la tierra, -mujeres urbanas más que rurales, ya que viven en las pequeñas ciudades cercanas a las tierras que cultivan- evitando los remates de los campos que trabajan sus familiares varones, denunciando las debilidades del monocultivo de soja o peleando por la no concentración de la tierra en pocas manos. Se hicieron conocidas durante los ’90 por, literalmente, ponerle “el cuerpo” a la situación y salir airosas. Su consigna es: “En lugar de 20.000 grandes estancias, un millón de chacras”.
Otra ONG de mujeres que trabaja en red en varios países del mundo es: “Católicas por el derecho a decidir”. Decididamente se han plantado frente a la jerarquía eclesiástica de una manera que las enaltece como expresión de democracia participativa.
Este muy heterogéneo y diverso colectivo de mujeres de clase media, que aun reconoce como válida la división público-privado, productivo-reproductivo, revela facetas de cambio muy interesantes que muestran un cada vez mayor compromiso con la construcción de ciudadanía. Nos retrotraen a ese espacio público urbano que en las décadas del ’60 al ’80 compartimos todos y todas, sin tantas diferencias de clase ni de riqueza.

II-e LAS MUJERES QUE CONFORMAN COLECTIVOS SOCIALES “EXCLUIDOS” QUE VIVEN EN EL HÁBITAT DE LA POBREZA Y LA MISERIA; LOS ASENTAMIENTOS URBANOS: VILLAS MISERIAS, FAVELAS, CANTEGRILES, BOHÍOS, CALLAMPAS, CHABOLAS; CONVENTILLOS; HOTELES; PENSIONES. LOS DIVERSOS “COLECTIVOS URBANOS”.
En principio cabe señalar que el problema del hábitat de la pobreza urbana alcanza a casi todos los países del orbe pero en América Latina presenta condiciones extremas.
De los 400 millones de latinoamericanos, 200 millones viven en situación de pobreza y 100 millones como indigentes. 226 millones viven con U$S 2 al día. Es el continente con la peor, la más desigual distribución de la riqueza. El fenómeno de feminización de la pobreza se une a la situación desesperada de los sectores más vulnerables de la sociedad latinoamericana; además de las mujeres niños y niñas, ancianos/as, mujeres migrantes e indígenas. Ello va unido a la casi desaparición de la clase madia. Al mismo tiempo es la Región que produce un producto bruto de 800 mil millones de dólares; posee el 30 % de reserva de agua dulce y constituye el mayor productor de alimentos del mundo.
En la CABA y sus alrededores viven 1,5 millones de personas en asentamientos precarios mientras que en las favelas brasileñas de Río y San Pablo, 6,5 millones. Su “habitar privado” se da en hoteles, departamentos alquilados con importante grado de hacinamiento, villas miseria, conventillos. Casi nunca tienen la propiedad de la vivienda y sobreviven con un grado de deterioro y promiscuidad física alarmantes. La vulnerabilidad de los mismos es muy seria, particularmente la de mujeres y niños y niñas.
El desorden urbano ambiental que proponen estos asentamientos de la pobreza es serio.
Unido a lo precario de la situación ambiental con serios riesgos para la salud de sus habitantes se unen el deterioro del paisaje urbano, el natural y el construido, la inseguridad y el hacinamiento que deriva en violencias de todo tipo, siendo la más frecuente la “violencia de género” y sus víctimas mujeres y niños/as en proporciones aterradoras.
El impacto ambiental también se halla en la disminución del valor de la renta económica de la tierra, no sólo en el interior del predio ocupado sino en las áreas circundantes y su perjuicio sobre la ciudad misma que ve disminuir sus calidades urbano-ambientales y socio-económicas. Un uso intensivo del espacio público se da no sólo al interior de la villa sino también al exterior ya que la vida en la precariedad de lo “privado” es de muy difícil resolución.
Dice Rosalba Todaro que la enorme carga de trabajo –la doble o triple jornada- de las mujeres humildes las aparta de la participación en el espacio público urbano y de sus beneficios Sin embargo “la creciente incorporación de las mujeres a una organización más colectiva las pone en relación con diversas experiencias laborales, promoviendo cambios en la subjetividad y posición social. Ingresos propios, ampliación de relaciones interpersonales y aprendizaje de nuevas competencias van cambiando la imagen de sí mismas y el lugar que ocupan en las relaciones en las que se insertan”. (Todaro, R. (2000) “El género en la economía. La economía en el género” Ed.Prigepp. FLACSO).
El colectivo “TRAVESTIS-TRANSEXUAL” en particular, vive una realidad penosa y difícil que incluye expulsión del hogar a muy corta edad; abusos y violaciones en la infancia; casi nula escolaridad; prostitución como salida laboral y un “hábitat” cotidiano marcado por la marginalidad.
Dice Lohana Berkins, presidenta de la Asociación Lucha por la Identidad Travesti-Transexual, -Alitt- -Página 12, “LAS/12”; “Zona de exclusión”, por Soledad Vallejos.- 4 de junio, 2004.- a propósito del tratamiento del Código de Convivencia Urbano de la CABA. “Aquí hay una cuestión de clase: todos los discriminados y las discriminadas pertenecemos a la misma clase social… No sólo es un problema grave de las travestis, las trabajadoras sexuales y la gente de la calle, que van a ser las damnificadas directas, sino también es un avance tremendo sobre nuestros cuerpos, sobre los cuerpos de los que no tenemos nada. Acá se está defendiendo la propiedad privada frente a quienes no tenemos propiedad privada, porque lo único que tenemos las travestis y las prostitutas es el espacio público. Ese espacio público es donde comemos y donde, entre comillas nos realizamos. Nosotras, en gran mayoría vivimos en hoteles, o alquilando, no somos propietarias. Entonces, el único espacio de supervivencia que tenemos es el espacio público, como también le pasa a los cartoneros, a los vendedores ambulantes, a los piqueteros, grupos que han hecho del espacio público el espacio de demanda y política”.

¿TRABAJADORAS SEXUALES O PROSTITUTAS?
La conceptualización de esta condición lleva a una división de este colectivo que en gran mayoría usa el espacio público urbano, devenido “privado”, transformándolo en el de la cotidianeidad.
Hay muchos argumentos para sostener que la prostitución es un trabajo: retribución monetaria por un servicio. Pero por otro es claro que la prostitución roba identidad. Lo que configura “identidad” es el trabajo junto a instituciones como la familia o la escuela, pero ¿Qué identidad puede otorgar reconocerse como “trabajadora sexual”?… ¿Quién quiere adoptar una identidad que las fije en una vida que las hace infelices y las margina? La sindicalización que implica declararse prostituta, públicamente las marca de manera no deseada como personas y ese estigma es muy difícil de llevar. Este colectivo encuentra, con frecuencia la muerte, en forma de crímenes monstruosos en ciudades como Mar del Plata, Argentina o Ciudad Juárez, México, o algunas ciudades centroamericanas y donde, parece practicarse como “política del exterminio de las mujeres. Crímenes realizados con ensañamiento e impunidad sobre cuerpos arrojados a la calle que antes fueron sometidos a diferentes atrocidades sin que mediara una respuesta de las autoridades policiales y políticas” dice la antropóloga mexicana Marcela Lagarde. O como se lamenta la secretaria general de la Asociación de Mujeres Meretrices Argentinas, -AMMAR-: “Existe una connivencia, una especie de pared tras la cual se esconden “saunas”, prostitución infantil, todo tipo de negocios ilegales y alguien es el dueño de esos negocios. Hay gente que sabe mucho pero tiene miedo y el encubrimiento no permite que salga la verdad”.

CARTONEROS-CARTONERAS
El fenómeno de los cartoneros: trabajadores nocturnos que -en un principio estaban munidos de carros tirados por animales, prácticamente prohibidos desde 2003 o a pura tracción a sangre humana- recorren los barrios de la Ciudad de Buenos Aires y de los municipios del AMBA en busca de desperdicios para ser vendidos luego como materia prima reciclable. Incluye a miles de personas, si bien el número de trabajadores-as involucrados está en disminución. Han construido un sistema, casi sin asistencia del Estado, basado en una organización laboral que funciona por solidaridad. Esto último es discutido por parte de la sociedad que cree que en realidad es un “negocio” operado por “mafias” del redituable negocio de la “basura”. Pero lo cierto es que el “fenómeno” ha puesto en jaque a los gobiernos locales y a las empresas consignatarias de los contratos de recolección de residuos.
Desde el punto de visto ecológico es importante el desorden urbano que plantean, por la suciedad que generan en las calles cada noche ya que aquella es el “área de trabajo” y que es de difícil solución. No obstante la labor de “separación y primer estadio del reciclaje” conforma el principio medioambiental de “basura cero”, -separación por el usuario y reciclaje por la autoridad de aplicación- que han adoptado casi todas las “megaciudades” del mundo occidental. No obstante el/la “cartonero-a” es expresión del modo de subsistencia del sector más pobre de la sociedad argentina y es quizás el principal oficio de las villas de Buenos Aires. Las mujeres participan activamente del “trabajo” muchas veces acompañados de sus hijos e hijas pequeños. Tienen visibilidad y aceptación – en los últimos tres años los/las cartoneros-as ocuparon los diarios-debido al fenómeno del empobrecimiento de la clase media y a la precarización del mercado de trabajo- y expresa el oficio que desde siempre llevaron adelante “botelleros y cirujas”.
La identidad de los/las “cartoneros-as” y al revés de los/las “piqueteros-as” pertenece más al fenómeno de lo social que al político. Nacido como un fenómeno individual hoy se ha transformado en un hecho cultural-económico comunitario que agrupa a cuarenta cooperativas. También hacen suyo el “espacio público” devenido de uso privado como el resto de los “colectivos” urbanos de desposeídos/as.

PIQUETEROS, PIQUETERAS
Es un colectivo social que produce comunidad y en vez de encontrar la unidad en una ilusión utópica, como ocurre con la clase media, la encuentra en un espacio común: el urbano, la calle. Así la calle es el espacio público para realizar experiencias sociales que permiten transformar la subjetividad y ser vistos: en definitiva es la participación activa.
Nacidos de la “legitimidad” que les da el pertenecer al “hábitat de la miseria”, sin trabajo, sin comida, sin vivienda, sin derechos; sin intermediarios, eran “la voz de si mismos/as”.
Las fracturas al interior del movimiento, el clientelismo a que fueron sometidos por los planes asistenciales, las apetencias político-partidarias, las relaciones poco explícitas con el “poder”, la fragmentación en fin, los encuentra “desarmados”, tan empobrecidos y carentes como antes, mostrando como cara visible una gestión que revela una irritante “contaminación ambiental” en los cortes de rutas, -¿alguien puede imaginar lo que es respirar en las viviendas cercanas, con el humo tóxico que provoca la quema de neumáticos, durante varios días?..- en las marchas revanchistas en calles y avenidas provocando verdaderos descalabros en la organización urbana; ocupación de espacio público o un avance incoherente sobre lo privado a expensas de un gobierno que razonablemente no quiere criminalizar la protesta social.
¿Qué dicen a su vez las mujeres “piqueteras”? ¿Cómo viven ese espacio urbano público devenido privado y público a la vez?
Como afirma una de ellas, de las que conforman el grupo de mujeres que participa de las Asambleas, todos los 26 de cada mes; convencidas de la necesidad de generar un espacio para que las compañeras de los distintos MTD pudieran encontrarse afirmando su pertenencia a la clase más empobrecida. Página 12.- LAS/12. “Rebelión en el Piquete” por Marta Dillon. 2 de julio, 2004. “Siempre fui pobre. Pero nunca me había pasado que no hubiera nada para comer. Cuando me decidí a salir a la ruta pensé: van a decir que estoy loca, y bueno, que piensen lo que quieran”. Ellas están haciendo visible la experiencia del 70% de la composición de los movimientos de desocupados: las mujeres. Hasta ahora ocultas dentro de ese “imaginario de hombres enmascarados o no”, pero siempre varones, tratan de imponer su voz como referentes.
Señala Carla, “A las mujeres nos cuesta hablar en público, parece que necesitamos permiso o aprobación de nuestros compañeros y eso es algo que tenemos la intención de cambiar aunque lleve tiempo. Siempre nuestra historia la cuentan ellos, por eso este 26 de junio cuando una mujer leyó el documento que habían consensuado las organizaciones que participaron del homenaje por Kosteki y Santillán, ellas festejaron como una pequeña victoria el haber dichos “compañeros y compañeras” cada vez que fue necesario… Y agregan, nosotras también ponemos el cuerpo, nos falta poner la voz”. Otra de ellas afirma: “Yo te digo la verdad, siempre he sido una mujer luchadora, pero recién ahora siento que desde el pobrerío nos podemos dar una organización, porque es como que los pobres siempre esperamos que venga un líder a rescatarnos y no es así”. “Pero cómo van a hacer reuniones de mujeres en el movimiento de mujeres, -dicen los varones- si las mujeres están en todos lados?… Hay reuniones de mujeres porque hay cuestiones de las que nos vamos a ocupar las mujeres, -y los hombres cuando se vayan dando cuenta-: la violencia doméstica, la sexualidad, los derechos reproductivos, la no discriminación en la participación pública, la defensa de nuestra autonomía”.
Aún ahora en que el “movimiento piquetero” está cuestionado, estas mujeres siguen reivindicando la identidad que les da el ser “piqueteras”, “porque, dicen, es la manera de encontrarnos, de organizarnos y de que nos vean. Si no cortamos rutas no existimos. El corte nos da protagonismo porque así luchamos y resistimos, con dignidad y con emoción”.
¿Y los colectivos de las diversas preferencias sexuales, en particular de las LESBIANAS y GAYS? ¿Cómo construyen su espacio público y su hábitat privado?
El mundo “gay” ha recorrido realmente un largo camino, que en el caso de los varones ha conseguido una fuerte “visibilidad” y cada vez mayor aprobación por parte de la sociedad contemporánea occidental, aún con las reservas del caso. Su participación del espacio público urbano es notoria y han conseguido que el mismo los incluya, construyendo identidades merced a una remarcable red de organizaciones Pertenecen a todas las categorías socio-económicas, -en nuestro medio hay una “villa gay” contigua a Ciudad Universitaria, en Buenos Aires- y su modo de vivir toma todas las tipologías de vivienda imaginables, en particular asociadas a la estética y al cuidado.
En general las mujeres homosexuales, las lesbianas, han preferido adaptarse al silencio impuesto por una sociedad donde la sexualidad natural es la heterosexual. La comunidad lésbica que transversaliza todas las clases sociales y participa de todas las formas del “habitar” interior, -por lo que es imposible establecer una tipología de su hábitat cotidiano-, ha preferido la semipenumbra aunque en los últimos veinte años ha salido a pelear por sus derechos, buscando una visibilidad dentro del espacio público que por siglos le fue vedado. Dice Adrienne Rich, poeta y filósofa, feminista y lesbiana -Página 12.- LAS/12. “Piedra Libre” por Sonia Tessa. 9 de julio, 2004 “La heterosexualidad se está reconstruyendo todos los días, en toda la publicidad, en todas las parejas que van de la mano, todos los mensajes están rodeados de heterosexualidad”. “La sexualidad es política, es mentira que pertenezca al ámbito privado. Además, no hay nada más público que la heterosexualidad. Cuando una mujer habla de su marido y sus hijos, está reproduciendo el sistema de la heterosexualidad obligatoria, la existencia lesbiana es un cuestionamiento de esa construcción social”.
En cierto sentido para las lesbianas “ser visibles es existir”. “Las lesbianas sufrimos violencia por invisibilidad, por omisión, por condena y por exclusión” afirma Flores y agrega “La denigración es un lugar para apropiarse y relanzarlo con un sentido revulsivo, con el orgullo”…”la opresión no opera a través de actos de abierta prohibición, sino encubiertamente a través de la producción de un dominio de lo impensable y de lo innombrable”. Y están generando espacio público y ciudadanía tomándolo a partir de encuentros, talleres de discusión, de activismo, de producción “hacia fuera”, de participación en las marchas de la dignidad Gay, Lésbica, Travesti, Transexual, Bisexual. El desafío es seguir construyendo esas experiencias para hacerse visibles, para poner en circulación otras sexualidades posibles e incorporarlas al disfrute del espacio público urbano.

INDIGENAS
Los llamados “pueblos originarios” están desarrollando diversas “reivindicaciones territoriales” en lo que constituye un fenómeno de gran envergadura: el reclamo indígena, una ebullición de reclamos étnicos, una corriente que atraviesa todo el continente americano y ha comenzado a constituir una preocupación de las cancillerías de nuestros países.
A pesar que las culturas indígenas pregonan la complementariedad entre hombres y mujeres, lo real es que circunscriben a la mujer a lo mítico-ritual: reproducción, espacio doméstico y trabajo no rentado. Por ello las mujeres indígenas sufren varias discriminaciones: como mujeres, por ser pobres, por su trabajo no remunerado y por ser indias.
Ese espacio doméstico suele tener condiciones de precariedad y pobreza muy grandes pero al revés de las localizaciones urbanas anteriores es poco lo que contaminan.
Los pueblos indígenas poseen identidad cultural, adhesión a un sistema de creencias, a una lengua y a narrativas comunes dentro de las que el papel de la mujer es fundamental; no obstante las indias carecen del reconocimiento de sus pares masculinos y al igual que ellos evitan la participación en el espacio público urbano que proponen las ciudades occidentales.

MUJERES MIGRANTES.
Las migraciones constituyen uno de lo grandes temas del siglo XXI, un fenómeno planetario y de los más afectados por la globalización; un 3% de la población mundial, alrededor de 180 millones de personas se encuentra actualmente en situación de inmigrantes.
¿Qué es lo que impulsa a la migración? El desempleo y su consecuencia de pobreza y hambre; las guerras y los diferentes conflictos armados; la conculcación de derechos humanos y la persecución política. El fenómeno se da en los términos más difíciles imaginables.
Partiendo de países pobres hacia naciones ricas que establecen “barreras” o cupos a la inmigración, masas humanas se ven envueltas en conflictos que afectan a nativos e inmigrantes. Estos enfrentan además ataques de