MUJEFA ATLÁNTIDA
Mujefa es parte de un proyecto sin precedentes a nivel mundial, que es tomado como ejemplo en países como China, Costa Rica, Alemania, Colombia, y cuya propuesta uruguaya concursó en Inglaterra y recibió el interés en Argentina, Costa de Marfil y Cuba.
Mala vivienda, ausencia de techo, situaciones de peligro sanitario, violencia social y física, desalojos, precios inalcanzables… esta se ha vuelto la constante para millones de habitantes en el mundo, afectados por los efectos dramáticos de un mercado inmobiliario e hipotecario sometido a una rentabilización explosiva.
A nivel mundial existe gran preocupación por el tema. Así se origina por ejemplo la ASAMBLEA MUNDIAL DE POBLADORES.
También es en este contexto, los días 5 y 6 de noviembre pasados se reunieron en Bruselas, Bélgica, más de 130 representantes de organizaciones sociales europeas, sindicatos, agrupaciones de inquilinos y algunas autoridades locales, para avanzar en la construcción de un movimiento de convergencia europea dirigido a buscar que se hagan efectivos los derechos ala vivienda y a la ciudad.
Aquí rescatamos algunos de los puntos más importantes que resultaron de estas jornadas:
“Nos comprometemos a extender esta red a todos los países del continente europeo y a todo aquél que quiera participar, sobre una base de principios compartidos por la defensa y la promoción del derecho a la vivienda y el derecho a la ciudad.
Reivindicamos el derecho de los ciudadanos a ser decisivos en la gestión sostenible de lo urbano y del territorio. Esta ciudadanía debe encontrar su medio de expresión en el dominio público del suelo y en la promoción del conjunto de derechos que se materializan en este suelo: vivienda, energía, agua, medio ambiente, educación, trabajo, movilidad, sanidad, ocio…
Queremos una ciudad donde se viva realmente en comunidad, una ciudad fuente de progreso social.
Rechazamos que sea un espacio de exclusión para sus habitantes. Combatimos su mercantilización, su privatización y toda forma de corrupción o de coacción hacia sus habitantes: expulsiones, desplazamientos de población, segregaciones urbanas…”
Se involucra también en el tema EL CENTRO COOPERATIVO SUECO:
El Centro Cooperativo Sueco, SCC, fue creado por el movimiento cooperativo sueco en 1958. A través de un trabajo de desarrollo a largo plazo y “ayuda a la auto ayuda” proporcionamos a gente pobre las herramientas necesarias para luchar contra la pobreza por ellos mismos. A través del trabajo de incidencia, nos esforzamos en ganar el apoyo de la gente para lograr un mundo libre de pobreza e injusticia. Nuestros proyectos son financiados con la movilización de recursos y por ASDI la Agencia Sueca de Desarrollo Internacional.
Para este tema de VIVIENDA coparticipan con el SCC: ORGANIZACIONES CONTRAPARTE Y FOTOGRAFÍAS
BOLIVIA:
Fundación Pro Cambio Socio Habitacional (PROCASHA)
Tiene por objetivo desarrollar, incentivar y promover metodologías de acción para el mejoramiento habitacional en Bolivia. Desarrolla sus actividades a partir de marzo 2002, con base en el proyecto “Hacia un modelo de cooperativismo de vivienda por Ayudua Mutua para Bolivia. procasha@yahoo.es
BRASIL:
União Nacional Por Moradia Popular (UMP-BA)
Entidad representativa de los pobladores sin techo y asentados que promueve la organización, acceso a la vivienda digna y derecho a la ciudad de los sectores populares urbanos. uniaomoradia@ibest.com.br
COSTA RICA:
Fundación Promotora de Vivienda (FUPROVI)
Producción social del hábitat y la vivienda digna a través de la autoconstrucción y ayuda mutua. Fortalecimiento comunal y construcción de ciudadanía. fuprovi@fuprovi.org
EL SALVADOR:
Federación Salvadoreña de Desarrollo y Vivienda Mínima (FUNDASAL)
Fundasal es una institución privada, sin fines de lucro, dedicada a la creación de una conciencia social que promueve el desarrollo y las transformaciones sociales necesarias en beneficio de los sectores más pobres del pueblo salvadoreño. direccion@fundasal.org.sv
GUATEMALA:
Instituto para el Desarrollo Económico y Social de América Central (IDESAC)
Idesac inició sus labores en Guatemala en el año de 1964, con el fin de contribuir amejorar las condiciones de vida de los minifundistas, trabajadores agrícolas y poblaciones que residen en condiciones precarias en el área metropolitana de Guatemala. idesac@itelgua.com
HONDURAS:
Instituto para la Cooperación y Autodesarrollo (ICADE)
Organización, capacitación y asistencia técnica a empresas de economía social. Mejoramiento y construcción de viviendas. Certificación de procesos socio ambientales de productos agrícolas.
icade@sdnhon.org.hn www.rds.org.hn/icade/
NICARAGUA:
Centro de Promoción del Desarrollo Local (CEPRODEL)
Misión de ceprodel: Promover el desarrollo local sostenible, facilitando a la población vulnerable opciones económicas, organizativas y tecnológicas para superar la pobreza basados en su potencial creativo.
ceprodel@ceprodel.org.ni
PARAGUAY:
Comité de Iglesias para Ayudas de Emergencia (CIPAE)
Defensa y promoción de los Derechos Humanos fundamentales. Promover el respeto y la vigencia de los Derechos Económicos, Sociales, Culturales y Ambientales. Propiciar y Ofrecer servicios Jurídicos, humanitarios, sociales y educativos. Prestar servicios jurídicos y educativos para la defensa, la promoción y la preservación del Medio ambiente. Promoción de la Vivienda y hábitat dignos.
URUGUAY:
Federación Uruguay de Cooperativas de Vivienda por Ayuda Mutua (FUCVAM)
FUCVAM es la mayor y más activa organización social uruguaya de acción en el campo de la vivienda popular y el desarrollo urbano. Más de 330 cooperativas de base, en distintas etapas de desarrollo -en trámite, en construcción y habitadas- constituyen una Federación de alcance nacional, con presencia en prácticamente todas las ciudades del país.
secretariadireccion@fucvam.org.uy Página web: http://www.fucvam.org.uy/
Las Cooperativas de Ayuda Mutua uruguayas: Claves de una experiencia sostenible
Historia
500 cooperativas, 22 mil familias. Las casi 500 cooperativas de vivienda agrupadas en FUCVAM, son el resultado de tres grandes oleadas de lucha por la tierra, que se tradujeron en la construcción de algo más de 20 mil viviendas. Entre 1970 y 1972, más del 40% de los recursos estatales para vivienda se destinaron al financiamiento de las cooperativas. La federación fue creada el 24 de mayo de 1970 en la inauguración de la primera cooperativa, en la pequeña localidad de Isla Mala en el interior del país. En ese período se crean gran cantidad de cooperativas a partir de los sindicatos, que construyen complejos habitacionales que en algunos casos superan las 800 viviendas. Nacen unas 150 cooperativas y FUCVAM se extiende a casi todo el país. El segundo salto del movimiento se registró en 1989. Era un año electoral y la presión por vivienda había sido postergada por la dictadura (1973-1985), al punto que a comienzos de esa década se multiplican los asentamientos urbanos ilegales donde viven desocupados e inmigrantes rurales.
FUCVAM tiene una escuela de formación y una planta industrial que provee materiales a las cooperativas. La participación igualitaria en los trabajos, la asistencia a asambleas y el aporte económico son obligatorios para todos los asociados. Los barrios cooperativistas están en su mayor parte en las periferias de las ciudades. Muchos grupos de cooperativas cuentan con guarderías para niños, clínicas de salud y locales comerciales autogestionados por los propios vecinos. El movimiento cuenta además con 22 bibliotecas y 17 gimnasios en los barrios de Montevideo. Los reglamentos de cada cooperativa son discutidos durante largo tiempo en asamblea
En noviembre Tabaré Vázquez gana las elecciones en Montevideo y crea una “cartera de tierras” fiscales que comienzan a ser negociadas con el movimiento cooperativo. En los siguientes años unas 250 cooperativas acceden a la tierra y muchas comienzan la construcción de las viviendas.
La presión por vivienda, luego de una década de ajuste estructural y de la crisis de 2002, se reflejó en la creación de un centenar de grupos cooperativos luchando por conseguir tierras.
Para desbloquear la situación, decidieron ocupar en octubre de 2006 un predio de la empresa estatal de ferrocarriles abandonado desde hace 40 años. En las negociaciones consiguieron 20 predios en los que se instalaron 40 cooperativas. “Todavía tenemos 30 cooperativas sin tierra”, dicen en la federación. En casi 40 años el movimiento construyó viviendas para 22 mil familias mientras unas cuatro mil esperan acceder a tierras para comenzar los trámites.
FUCVAM asegura que de las 14 mil viviendas prometidas por el gobierno sólo se van a construir unas tres mil por año en estos cinco años. De no cambiar el modelo, “va a seguir la emigración del campo a la ciudad y cuando llegan acá y no tienen trabajo son doblemente expulsadas a la periferia”, dicen los cooperativistas. Acerca del Ministerio de Vivienda: éste elaboró un Reglamento de Cooperativas El objetivo del ministerio es ordenar y mejorar el sistema de acceso al crédito, y así poder planificar en mejores condiciones el uso adecuado de los recursos. El nuevo reglamento establece que las cooperativas de vivienda podrán solicitar financiamiento del Estado únicamente en ocasión de los llamados a Postulación de Proyectos Cooperativos que se realizarán una vez al año.
Un movimiento urbano diferente.
El movimiento para la construcción de viviendas de forma cooperativa y por ayuda mutua, es una modalidad por la cual un grupo de familias (entre 10 y 200) constituyen grupos asociados que funcionan de forma democrática.
Luchan por la tierra, la ocupan o la compran con financiación estatal o de ONGs, y luego construyen sus viviendas en base al esfuerzo familiar.
Pasan por cuatro etapas:
1) Conseguir el reconocimiento legal,
2) Elegir una institución de asesoramiento técnico,
3) Conseguir la tierra y
4) Obtener el préstamo para construir.
Hombres y mujeres trabajan en pie de igualdad en la construcción de las viviendas aportando todos la misma cantidad de horas de trabajo, gestionan el proceso de diseño y construcción con la asamblea como medio de tomar resoluciones, y luego administran el complejo habitacional.
El propietario de las viviendas es la cooperativa, las familias tienen derecho al uso pero no las pueden vender sin autorización del colectivo.
Los cooperativistas construyen todas las viviendas sin saber quién ocupará cada una de ellas.
El día que se inauguran, se realiza un sorteo y cada familia ocupa la que le corresponde.
La participación de las mujeres en todas las etapas, incluyendo la construcción, marca una diferencia con otros movimientos sociales.
Historia……….de mujeres
Mujeres en obra
Doce mujeres jefas de familia concretaron el sueño de la casa propia, integrando un proyecto inédito de cooperativismo que es ejemplo a nivel internacional. Teniendo en cuenta el alto índice de divorcios de nuestro país y que generalmente son las madres las que se quedan a cargo de los hijos, la Intendencia capitalina determinó adjudicar en propiedad una centenaria residencia ubicada en la Ciudad Vieja a las integrantes de la cooperativa Mujeres Jefas de Hogar (Mujefa).
Mujefa es un auténtico paradigma de convivencia humana, que demuestra la vigencia de la solidaridad uruguaya.
Dejaron atrás una penosa existencia, sin más aspiraciones que tratar de sobrevivir. Residiendo en pensiones, alquilando alguna húmeda pieza, estas mujeres modificaron el curso de sus vidas cuando ingresaron al proyecto fundado por la arquitecta Charna Furman, que propuso la creación de viviendas destinadas a mujeres jefas de hogar.
Tras una larga espera de una década, las doce líderes de hogar, a través de la ayuda mutua, obtuvieron su casa propia con esfuerzo y esmero. Trabajaron en la obra y “sudaron la camiseta”, asistiendo semana tras semana a la residencia de la calle Pérez Castellano.
Actualmente, a pocos meses de inauguradas las viviendas, las propietarias sienten orgullo y satisfacción de tener lo suyo y la tranquilidad de alcanzar la independencia que les permite buscar nuevos horizontes humanos.
En este complejo de viviendas, son ellas exclusivamente las que toman las decisiones y si algún varón no está de acuerdo con algunas de las decisiones, deberá guardar “violín en bolsa”.
Consideraron oportuna la elección de vivir en la Ciudad Vieja, ya que aquí tienen todos los servicios. Asimismo, son contrarias a las políticas habitacionales de trasladar a la población hacia la periferia de la ciudad, porque “se gasta más que en restaurar las viejas edificaciones céntricas”.
Las cooperativistas afirman que en todos lados las antiguas construcciones están quedando vacías, problema que afecta también a Montevideo. En ese contexto, proponen los reciclajes como una alternativa en materia de solución habitacional.
Mujefa es parte de un proyecto sin precedentes a nivel mundial, que es tomado como ejemplo en países como China, Costa Rica, Alemania, Colombia, y cuya propuesta uruguaya concursó en Inglaterra y recibió el interés en Argentina, Costa de Marfil y Cuba.
Hilda Boyadjian (45 años), secretaria de la cooperativa, y Elis Araújo (48 años), tesorera, narraron a la LA REPUBLICA sus peripecias de vida como jefas de hogar.
Esta historia de lucha y sacrificio comenzó a principios de la década del noventa, cuando la arquitecta Furman elaboró un proyecto de viviendas para mujeres, aunque por entonces le faltaba el grupo humano destinatario de la propuesta.
Desde el Centro Diurno Maldonado y el Club de Niños Río Branco, pertenecientes al Instituto Nacional del Menor, se percibió la necesidad de viviendas para las familias de los menores que asistían a estos lugares. Por tal motivo, dicha aspiración fue incluida en la iniciativa.
En el marco de este proceso, se integraron dos grupos de cooperativistas: uno conformado con parejas y matrimonios y el otro destinado a contemplar exclusivamente a mujeres jefas de hogar, a quienes se les adjudicaba la propiedad, más allá de la circunstancia de estar solas.
Los primeros optaron por la adjudicación de un terreno en la periferia de la ciudad y construyeron sus viviendas en el barrio Piedras Blancas, mientras tanto las “jefas” prefirieron quedarse en el centro de Montevideo y esperar que se destrabara el embargo de la residencia y su posterior reciclaje.
El lugar escogido fue una residencia ubicada frente al local de la Dirección de Loterías y Quinielas de la Ciudad Vieja, que fue declarado Patrimonio Histórico Nacional. El inmueble perteneció inicialmente a un médico, luego fue residencia de un ministro, un hotel, una casa de inquilinato y en los últimos tiempos estuvo habitada por hurgadores. La Intendencia decidió tapiar la construcción para evitar el ingreso de intrusos y cuando las mujeres empezaron a realizar las obras, la edificación estaba habitada por cientos de palomas.
En el proceso de reciclaje participaron una técnica sanitaria, Gaciela Popelka –prima del sacerdote Ernesto Popelka–, una escribana, tres mujeres asistentes sociales.
El proyecto de ejecución de las obras contó con el apoyo y la supervisión técnica de carpinteros alemanes y estudiantes de arquitectura.
Actualmente, estas propietarias se desempeñan realizando limpiezas, trabajando en casas de familia, empleos públicos, agencia de publicidad o en una empresa sanitaria, mientras que otras se jubilaron por incapacidad.
Elis Araújo trabaja como sanitaria y estudia junto con su hijo en la Facultad de Derecho. En los días que hay partido de fútbol y si su hijo no asiste al aula, su madre toma nota de los clases y después se lo pasa.
Por su parte, Hilda reconoció que al tener su casa propia pudo ganar independencia y advirtió que por ser jefa de familia existe el inconveniente de convivir con un hombre que no es el padre de sus hijos.
“Nos da orgullo y satisfacción por lo que hemos logrado y tener la tranquilidad de decidir por nosotras mismas. Si un hombre por machista se siente incómodo por dirigir el funcionamiento de la cooperativa no debe de ser tan hombre, sino él mismo se hubiese construido una casa”, afirmó.
Las jefas de familia recalcaron la importancia de vivir en la Ciudad Vieja, porque tiene una ubicación geográfica privilegiada y está cerca de todos los servicios. Reafirmaron que actualmente la única forma de tener la vivienda propia es a través de la ayuda mutua.
Reciclando el futuro
En una antigua y bella casona de la Ciudad Vieja de Montevideo, doce mujeres jefas de familia están construyendo sus viviendas. Mientras revalorizan la herencia arquitectónica de un barrio y demuestran que se puede habitar la Ciudad Vieja, dan una nueva dimensión a su esfuerzo y a sus vidas.
Una cooperativa de vivienda constituida sólo por mujeres no es cosa común. Menos aún si se dedican a reciclar y recuperar una casa que fue palaciega para dar vivienda a sus familias. El proyecto cuenta con el apoyo del Departamento de Obras y Servicios a la Comunidad de la Intendencia Municipal de Montevideo (IMM), y un equipo técnico multidisciplinario con participación de la Unidad Permanente de Viviendas de la Facultad de Arquitectura.
Historia y barrio
La casa de la calle Pérez Castellano fue finalizada en 1886. “El primer propietario fue un patricio de apellido Cajaravilla -recuerda la arquitecta Charna Furman, integrante del equipo técnico- perteneciente a la alta burguesía, que tuvo once hijos”.
Aproximarse a la historia de la casa es una tarea permanente para las mujeres, que desde que comenzaron los trabajos han recibido las anécdotas y los recuerdos de los vecinos, a través de los cuales se mantiene la memoria del barrio.
“Un día cuando recién estábamos abriendo la casa, un señor que pasaba por la vereda se acercó y nos dijo: ‘Yo nací en esta casa'”, asegura Furman.
En su largo siglo de vida, la casa fue sucesivamente vivienda de un médico inglés, pensión de señoritas, el Hotel San Marcos, y más tarde tugurio, habitada por hurgadores de basura. Luego de dos años de obstáculos legales, la casa fue adquirida por la IMM, para dar lugar al plan piloto de reciclaje.
Una ciudad que se vacía
En un proceso histórico que ya tiene décadas, los barrios tradicionales de la ciudad -Ciudad Vieja, Centro, Barrio Sur, Palermo- fueron vaciándose de habitantes. Las viviendas más viejas fueron paulatinamente deshabitándose, en algunos casos como consecuencia de la especulación inmobiliaria. Por otra parte, los sectores más pobres de la población, ante la imposibilidad de pagar los altos alquileres, fueron empujados hacia las zonas periféricas de la ciudad, precisamente donde no existen los servicios básicos: transporte, saneamiento, agua potable.
Por lo general, las políticas gubernamentales en Uruguay han promovido la construcción de viviendas en las zonas alejadas, donde la falta de infraestructura urbana hace más difícil el afincamiento de las familias pobres, que gastan mucho más en transporte y carecen de otros servicios, como escuelas, guarderías y hospitales.
Este fenómeno movió a la IMM a desarrollar un plan piloto de reciclaje de viviendas en barrios tradicionales.
Según Furman, dicho plan “se lleva a cabo para demostrar que es posible radicar población de bajos recursos en los barrios históricos de la ciudad, en contraposición a las políticas que promueve el gobierno central de llevar adelante programas de viviendas en zonas muy alejadas del centro. Montevideo es una ciudad cuya población no crece. Sin embargo, la ciudad cada vez se extiende más. A veces con casitas humildes, otras con asentamientos precarios o “cantegriles” (villas-miseria). Eso sucede porque cada vez hay más sectores de población que no pueden pagar los altos precios de los arrendamientos”.
Según cálculos recientes, el promedio del costo de los arrendamientos es de US$ 400 mensuales, unos 2.600 pesos uruguayos, lo que representa casi cuatro salarios mínimos.
El casco de la ciudad se va vaciando. Según el último censo nacional, efectuado en 1985, un 10% del parque habitacional de Montevideo está deshabitado.
Como las políticas de vivienda no son cometido de la comuna capitalina, la IMM encaró el proyecto piloto en sólo tres emprendimientos: en el barrio Palermo, en Goes y en la Ciudad Vieja.
Ayuda mutua
Por otra parte, la solución de la vivienda para los sectores más pobres no es posible en forma individual, el plan se apoya en la modalidad de la ayuda mutua. “El Sistema Integral de Acceso a la Vivienda (SiAV), implementado por el gobierno nacional, a través del Ministerio de Vivienda, Ordenamiento Territorial y Medio Ambiente, está demostrando que la gente que sale sola a resolver su vivienda encuentra muchas dificultades, por los pocos recursos de que dispone”, afirma la arquitecta Furman. Como contrapartida, una cooperativa por ayuda mutua, que además supone el trabajo solidario de sus integrantes en la misma obra, con el asesoramiento de un equipo técnico y la financiación adecuada, representa una opción diferente.
El equipo multidisciplinario que asiste a la cooperativa está compuesto por la asistente social Raquel Mórtola, la psicóloga Rosa Acher, la escribana Teresa Gutiérrez, el contador Jorge Croche, y las arquitectas Beatriz Tavokjián, María del Carmen Queijo y Charna Furman.
Todas son mujeres fuertes. Acostumbradas a lidiar solas con la vida, se conocieron hace seis años, nucleadas por las necesidades de sus hijos. Cuando Revista del Sur conversó con tres de las doce integrantes de MUJEFA, ninguna quiso que su nombre figurara en la nota. Respetando ese deseo de anonimato, los nombres que aquí figuran son ficticios, pero no los hechos que ellas relatan.
Las integrantes de la cooperativa Mujeres Jefas de Familia (MUJEFA) se conocieron hace seis años en establecimientos del Instituto Nacional del Menor (INAME) donde dejaban a sus niños: el Hogar Maldonado, del Barrio Sur, que atiende a niños hasta cinco años, y el Club de Niños Nº 2, del Centro, para menores en edad escolar. Allí comenzaron a reunirse con asistentes sociales y psicólogas.
Mucho en común
El primer vínculo se dio en la búsqueda de soluciones para los problemas más graves que enfrentaban, sobre todo los niños. Pronto descubrieron que tenían mucho en común: vivían en la zona más antigua y tradicional de la ciudad, tenían enormes dificultades económicas y, sobre todo, eran madres jefas de hogar y el único sustento de sus familias. La mayoría vivía en piezas de pensiones o inquilinatos. Cualquier solución de vivienda que encararan debía contemplar estos aspectos.
Permanecer en la zona era vital para ellas, porque allí cuentan con la atención para sus hijos, cercanía de hospitales y el transporte que las conduce a sus trabajos: casi todas son empleadas domésticas, otras cuidan enfermos o son vendedoras ambulantes.
Helena fue electa presidenta de la cooperativa por sus compañeras. Tiene 32 años y dos hijos. “En enero de 1994 habíamos hecho los primeros trabajos de limpieza en la casa”, recuerda. “Pero la pre-obra comenzó en octubre del 94 y la obra en sí, en diciembre. Vamos bastante bien. Se ha finalizado la mayoría de los entrepisos, es decir el trabajo bruto. Queda toda la parte de terminaciones: baños, patios, etcétera. La obra debe estar terminada para julio o agosto del año próximo”. La finalización de la obra está prevista para mediados del año próximo.
La experiencia de trabajar como albañil “es muy dura, afirma Helena, porque el trabajo en la construcción ya es duro, pero además tenemos que seguir trabajando, ya que la única entrada al hogar es la que aportamos nosotros. Yo hago limpiezas, y la obra me ha obligado a cambiar mis horarios. De mañana vengo a la cooperativa tres veces por semana, y cambio mis trabajos para la tarde. Salgo de mi casa a las 7 de la mañana y vuelvo a las 10 de la noche”.
Una situación parecida enfrenta Susana -39 años, tres hijos- y Franca -29, dos hijos-. Susana es encargada en una pensión. Ella también se vio obligada a cambiar de trabajo para poder cumplir con las horas en la obra. “Los días que vengo a la cooperativa, tengo que dejar a alguien en mi lugar, y pagarle las horas, para poder cumplir”.
Dieciséis horas-mujer
Según disposiciones de la Intendencia, cada integrante de la cooperativa debe aportar 16 horas semanales de trabajo en la obra.
Susana señala: “Esto es nuevo y tiene sus riesgos. La experiencia es buena y con los albañiles la relación ha sido positiva. El capataz de la obra es muy afín a enseñarnos, y a veces nos larga a hacer cosas pensando que nosotras ya sabemos”.
Franca es vendedora ambulante y está acostumbrada a las largas jornadas. “Ahora vengo todos los días a la obra porque estoy de licencia en el puesto”, afirma.
Pero la situación no es igual para todas. Helena recuerda que actualmente sólo 7 de las 12 integrantes está cumpliendo con su aporte de horas.
Para la asistente social Raquel Mórtola, integrante del equipo técnico, “16 horas semanales es demasiado. Ellas deben trabajar fuera todo el día, cuidar a sus hijos y no tienen ningún apoyo familiar. El límite debería establecerse en la mitad, 8 horas”.
Los hijos y la obra
La historia de Susana es la de muchas mujeres. Mientras estuvo casada, alquilaba una casa en el barrio de Buceo, “pero tuve que entregarla porque no podía pagar el alquiler. Los chiquilines sufrieron la separación, el divorcio, el cambio de vivienda: terminamos en una pieza de pensión”. Los hijos de Susana permanecen durante la semana en un hogar del INAME, Las Brujas. “No me animo a dejarlos solos, por eso los fines de semana no vengo a la cooperativa”.
La participación de los hijos es un tema de importancia para las cooperativistas. Las familias reúnen un total de 29 hijos, algunos de más de veinte años, y otros muy pequeñitos. Según las reglamentaciones vigentes, a la obra no pueden ingresar menores de 16 años.
Sin embargo, las mujeres necesitan que sus hijos conozcan la cooperativa y entiendan el esfuerzo de sus madres. Algunos hijos mayores colaboran en el cumplimiento del trabajo. “Los chicos entienden lo que estamos haciendo”, afirma Susana. “Mi hijo mayor, que tiene 15 años, a veces viene a hacer algunas cosas porque tiene la necesidad de sentir que también es su casa”, cuenta Susana.
Helena se muestra esperanzada, pero agrega: “Este invierno ha sido brutal, la etapa que encaramos hasta ahora fue la más pesada y hemos pasado momentos bravos”.
“Mujeres antes que madres”
Según Raquel Mórtola, un 25% de la población del país está constituido por mujeres jefas de familia, cifra que revela una realidad social y personal muy extendida.
Sin embargo, “las jefas de familia, y en particular las madres solteras, son bastante marginadas, en especial en el ámbito del INAME. La institución y sus funcionarios tienden a depositar en ellas todas las culpas por los problemas que viven sus hijos. Hay una fuerte tendencia en ese sentido. Por otra parte, ellas se sienten, social y psicológicamente, madres antes que mujeres”.
Por eso “los objetivos de este trabajo son más ambiciosos que resolver el problema de vivienda: Apuntamos desde el principio a un crecimiento personal de las mujeres, y a que pudieran lograr una forma de vida más solidaria. Nuestro trabajo no se agota cuando la obra esté terminada y sus propietarias viviendo en ella. Allí en todo caso comenzará otra etapa”.
En el abordaje multidisciplinario, Mórtola trabaja en conjunto con una psicóloga, “por lo general en sesiones grupales, pero también hay una asistencia individual. Creo que en este tiempo, las mujeres han experimentado un importante cambio, sobre todo en su autoestima”, señala.
En el grupo se han generado muchos lazos y fuertes relaciones de reciprocidad y ayuda. La prueba más cabal es que luego de seis años ninguna desertó. “Además, pese a las dificultades, en todas hay una resistencia muy grande a cualquier posible expulsión de alguna compañera”.
Vivir al día
Otro aspecto en el que la vida de las cooperativistas experimentó un fuerte cambio fue en la forma de encarar lo cotidiano: “Debieron aprender a planificar sus vidas. Creo que la esperanza es lo que las mantiene”, señala Mórtola.
Helena relata cómo apareció la idea de organizar microempresas: “Recibimos de Alemania ayuda para formar dos microempresas. Un grupo de cuatro compañeras eligió sanitaria y están haciendo el curso correspondiente, con la posibilidad de ir estudiando y haciendo sus horas en la obra, ya que el curso está a cargo de nuestra técnica sanitaria, que es además profesora de la UTU”. Otra idea que aún no se ha concretado es organizar una pequeña empresa de organización de fiestas.
La solidaridad
El apoyo del exterior provino sobre todo de la organización no gubernamental Marie Schlei Verein -un grupo de mujeres socialdemócratas de Hamburgo- que ya contaba con experiencia en financiación para la capacitación femenina en diversos oficios en el país.
“Nosotros recibimos un gran apoyo de algunas mujeres alemanas que vinieron a colaborar desde el principio. También trabajó la gente del SUNCA (Sindicato Unico de la Construcción y Afines), que han acercado herramientas, y ahora un grupo de chicos de quinto año del Seminario, que vienen los sábados a hacer ocho horas de trabajo. Esto ha sido muy importante”, asegura Helena.
Peonas, albañilas y más…
La mayoría de las viviendas tienen dos dormitorios, además de cocina, baño, y comedor, en dos niveles. Otras cuentan con tres dormitorios. Los tres patios, la azotea y espacios abiertos serán comunes, así como los dos salones al frente, que serán utilizados con usos múltiples por las cooperativistas: para celebrar fiestas, cumpleaños.
La escalera que conduce a la azotea tiene un origen especial: fue hecha por carpinteros alemanes que utilizaron las vigas de los pisos originales de la casa.
Las mujeres han recuperado las bellas baldosas del primer patio. Ese trabajo valoriza los materiales, la historia de la casa y ayuda a identificar a los futuros habitantes con el lugar.
Las cooperativistas trabajan como peones, según las tareas que el capataz de la obra va considerando apropiadas a cada una. “Pero además hacen trabajos que son de mayor nivel, tanto en la recuperación de materiales, como en la fabricación, por ejemplo, de losetas de ladrillo armado con las cuales se hacen los entrepisos”, cuenta la arquitecta Furman. “Es un trabajo que definimos con el capataz como ideal para la mano de obra femenina, que en general es muy cuidadosa para las terminaciones”.
En Montevideo surgió MUJEFA. En la capital del País MUJEFA contó con el apoyo del Gobierno Departamental.
Otro poquito de historia:
OPORTUNIDADES Y DERECHOS NI MAS NI MENOS
Plan de Igualdad para la Ciudad de Montevideo
COMISION EQUIDAD Y GENERO – COMISION DE LA MUJER
INTENDENCIA MUNICIPAL DE MONTEVIDEO
Por un mayor y mejor acceso a la tierra y al techo
En las últimas décadas, la ciudad ha sufrido profundas transformaciones que responden al proceso social. La creciente segregación urbana ha dejado barrios prácticamente vacíos, pese a estar dentro de la ciudad consolidada y dotados de todos los servicios. Como correlato, la ocupación de tierras públicas y privadas de la periferia es una expresión más de la pobreza.
Aproximadamente 30.000 familias uruguayas viven en asentamientos precarios. La mayoría de estos se localizan en Montevideo y área metropolitana. Ellos albergan a migrantes de otras zonas montevideanas y del interior del país. Estos movimientos poblacionales provocan rupturas en las redes sociales, agravando la pérdida de capital social. En estos asentamientos las estructuras familiares tienen una fuerte presencia de hogares monoparentales donde las mujeres son su sostén y referente.
En las situaciones de pobreza crece y se reproduce nuestra población: actualmente 6 de cada 10 hogares que viven en situación de riesgo social, tienen niños menores de 12 años. Es en éstos hogares, por otra parte, donde se concentra el mayor número de niños.
La vivienda – derecho y necesidad de primer orden- se torna de difícil concreción para las mujeres en situaciones de pobreza y marginación. La precariedad de las condiciones legales, la ausencia o insuficiencia de ingresos salariales, las responsabilidades sobre los dependientes, hacen que las mujeres enfrenten dificultades específicas que deben ser atendidas prioritariamente.
Objetivo General:
Contribuir a la definición de estrategias que permitan acceder a soluciones habitacionales en igualdad de oportunidades a mujeres y hombres que atraviesan situaciones de riesgo social.
Responsables en la Intendencia Municipal de Montevideo: División Espacios Públicos, Servicio de Tierras y Viviendas, Gobiernos Locales, Comisión de la Mujer.
Se promoverán coordinaciones con: Ministerio de Vivienda y Medio Ambiente, FUCVAM, FECOVI y otras organizaciones sociales y ONGs.
1. Coordinar los recursos disponibles para que las mujeres accedan a soluciones habitacionales en igualdad de oportunidades.
· Impulso a soluciones habitacionales para mujeres jefas de familia en coordinación y co-gestión con instituciones públicas y organizaciones sociales.
· Información y difusión descentralizada de recursos comunitarios acerca del área de tierras y viviendas.
· Recomposición de las redes sociales de intercambio, en los casos de realojo de las mujeres y sus familias, coordinando con actores sociales y comunitarios.
2.- Priorizar el acceso a las soluciones habitacionales dignas y su permanencia en ellas a las mujeres con personas a cargo.
· Criterios de acceso a tierras, lotes con servicios, viviendas, reciclajes y otras alternativas constructivas desarrolladas por la Intendencia Municipal de Montevideo, que privilegien a las mujeres que tengan a otras personas a cargo.
· Promoción de mecanismos jurídicos de acción positiva en los casos de separación de las parejas convivientes, a favor de quien se hace cargo de hijos.
· Difusión y promoción de la doble titularidad para la tenencia y/o usufructo de la tierra y la vivienda para parejas convivientes en todos los organismo involucrados en el tema.
3.- Crear apoyos para las soluciones de autoconstrucción y mejoras de la vivienda dirigidas a mujeres de bajos recursos.
· Estudio de alternativas constructivas y revisión de experiencias ya existentes que faciliten procesos de autoconstrucción o mejora de vivienda.
· Asesoramiento técnico interdisciplinario a mujeres y sus familias para los procesos de autoconstrucción en el marco del Servicio de Tierras y Viviendas.
· Recomendar la priorización de las mujeres a cargo de hogares con niños para el acceso al Fondo Solidario de Materiales de la Intendencia Municipal de Montevideo, gestionado a nivel local.
· Creación de base de datos que centralice la información acerca de recursos comunitarios e institucionales de las distintas áreas de políticas sociales.
Dejemos la historia………… Y volvamos al presente para CONSTRUIR EL FUTURO.
Nos referimos a estas experiencias como producción social del hábitat y estamos convencidas de que los procesos formativos, organizativos, productivos y de gestión que implican, así como los recursos sociales y económicos que movilizan y activan, tienen un alto potencial transformador.
Recurrimos a ustedes en la búsqueda de apoyo de los procesos sociales de ocupación del territorio y de construcción y gestión del hábitat popular, como concreción material de los derechos humanos a la tierra, la vivienda y la ciudad.