DE LA CASA AL CURSO, DE LA RESISTENCIA A LA CONSTRUCCIÓN
En menos de tres meses de dura labor, el plan piloto de construcción de viviendas en la Villa 15 cobra cada vez más presencia. Ya no sólo es la edificación de 72 casas, sino también la formación. Cursos de oficios y de capacitación política acompañan el desenvolvimiento del proyecto. Una guardería, dos comedores, y la extensión a otros barrios de la ciudad, coronan un fin de año espectacular para las Madres.
Caen los últimos rojos y amarillos de la tarde en la Villa 15, la “Ciudad Oculta”, como la llaman en los barrios bien. La villa es un asentamiento precario de varias décadas de existencia, ubicado en la franja sur de la capital, sobre el rincón más al oeste, en una zona imprecisa entre Mataderos y Lugano, cuya única marca identitaria inequívoca parecen ser los colores negro y verde del club Nueva Chicago y las pintadas de Pitty y Viejas Locas.
Las sombras de un monstruoso edificio conocido como Elefante Blanco, dibujan confusamente su silueta de huecos que alguna vez quisieron ser ventanas de un hospital, sobre la costra lastimada de la villa. A sus pies, el caserío de techos de chapa se va oscureciendo, lentamente. Los pibes y las chicas juegan al volley así nomás, sin contar los tantos. En los laberintos de la villa, los vecinos sientan la silla sin respaldo bajo sus cuerpos y charlan al fresco del crepúsculo. Nunca fulguró tan bella y justa la palabra crepúsculo como en esa tarde en ese preciso lugar de la ciudad.
En los barrios más acomodados de Buenos Aires, con subte y shoppings cerca, las familias de la leída clase media se disponen a consumir las noticias de los informativos, a ver bailar a artistas por un sueño que nunca será su propio sueño. En la Villa 15, en cambio, los 75 trabajadores del segundo turno del obrador 1, se calzan el casco en la cabeza, el uniforme azul de trabajo con el pañuelo blanco que sobresale en la espalda, y a cargar arena y baldes. Dan forma al proyecto “Sueños Compartidos”, como nombraron las Madres de Plaza de Mayo al emprendimiento de construcción de viviendas, que consiste en la edificación de dos módulos de 36 casas cada uno, para 72 familias. Es un plan piloto acordado entre la Universidad Popular de las Madres y el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, a través de la Fundación Madres de Plaza de Mayo y el Ministerio de Derechos Humanos del Ejecutivo de la Ciudad. Ese plan prevé que los vecinos, al tiempo que trabajan en la edificación de sus propias viviendas, se capaciten sistematizadamente en construcción, plomería, electricidad, seguridad en la altura, y demás asignaturas que exigen el mantenimiento de una casa. De su propia casa.
Entre las 7 de la mañana y 5.00 horas del día siguiente, 250 personas se aprestan a trabajar en los obradores. Cada turno dura 9 horas de fatigosa tarea. El primero se cumple entre las 7 de la mañana y las 4 de la tarde, con una hora en el medio para almorzar. Almorzar en un comedor dispuesto especialmente a tal fin, en la planta baja del Elefante Blanco. El segundo turno lo hace entre las 20 y las 5. Los vecinos que trabajan son remunerados con un salario diferenciado según la función: si ayudante, capataz o responsable de seguridad, en cuyo caso la jornada se extenderá a 12 horas. Cada trabajador cobra semanalmente, y el ciclo laboral incluye los días sábados.
Casas y cursos
“Use casco, evite accidente”, advierte un papelito a la entrada del módulo 1. El ingeniero Diego Zaina entrega a los visitantes que desean conocer la obra, un casco, por las dudas. Durante la recorrida, no hay ningún vecino trabajando, pero nunca está de más ante tanto clavo dando vueltas. La visita guiada por el ingeniero incluye una copiosa y muy atenta explicación del proceso de construcción, de los materiales utilizados, de las medidas de cada ambiente, de las características que tendrán las viviendas: servicios centrales a través de una caldera que proveerá de agua caliente, calefacción y losa radiante, en caso de extremo frío. Es que el material con que se construyen las viviendas es perfectamente aislante de la temperatura exterior. En verano, mantiene el freso, mientras que en las duras jornadas invernales impide que el frío traspase las paredes. Las casas son de tres habitaciones, cocina comedor, cada cuarto con su placard, y un habitáculo para el lavarropas, planificado sobre la marcha. Fueron los mismos albañiles quienes dieron cuenta de la necesidad de modificar el plano original, porque serán ellos quienes habitarán las viviendas y gozarán de sus ventajas.
Sin embargo, al visitante le llama la atención otro asunto: esos cartelitos que avisan el día y la hora de los cursos de capacitación. “Charla educacional. Asistencia obligatoria. Miércoles 15, 12.30 hs.”; “Curso de higiene y seguridad. Riesgo eléctrico. Miércoles 20/12 y Viernes 22/12, 18.30 hs.”. Los cursos se dictan en el Elefante Blanco y asiste gente que trabaja en los obradores, aunque son abiertos a todo el barrio. La coordinación corre por cuenta de Juan Minghetti, docente de la Universidad Popular de las Madres, y cuenta con la colaboración en todo sentido de Oscar Natalichio, quien es Secretario de Extensión universitaria. Además de los cursos referidos, hay otro de pintura sobre cerámica, uno de colocación de cerámicos en pisos y paredes, y uno recientemente incorporado, de alfabetización de adultos con el método cubano “Yo sí puedo”. Los cursos incluyen uno de formación política, que es obligatorio. ¿Cómo se garantiza la concurrencia de los vecinos? Simple: dictándolo en un momento de la clase de cada curso de los oficios, antes o al finalizar. Cada asignatura, una vez aprobada, acreditará el conocimiento a través de un diploma emitido por la Universidad Popular Madres de Plaza de Mayo. Para acceder a ese certificado el vecino-trabajador-estudiante deberá haber asistido al menos al 75 % de las clases y tener debidamente cursadas las de formación política.
El que sabe enseña; el que no sabe aprende
“Todo se hace manualmente. Los baldes y cargas pesadas se van pasando de mano en mano hasta llegar adónde deben. No hay bomba. El método es de autoconstrucción, porque lo importante es que el vecino aprenda”, dice el ingeniero Zaina.
Si bien el sistema de construcción es muy novedoso y su principal atributo es la velocidad con que permite avanzar las obras, Zaina reconoce que aún no se ha llegado al máximo rendimiento. “Estamos haciendo camino al andar”, analiza, “pero lo importante es que quienes trabajen ahora ya estarán capacitados para aportar su experiencia en las futuras construcciones”. El proyecto de las Madres tiene previsto extenderse a otros rincones de casas precarias de la ciudad. Prontamente, se iniciará un obrador similar en el Barrio Los Piletones, de Villa Soldati, con 800 viviendas proyectadas.
En la obra no hay distinción por género. Hombres y mujeres trabajan por igual, aunque con labores diferenciadas. “Obvio que los hombres soportan los trabajos más pesados, mientras que a las mujeres las distingue la prolijidad”, conceptúa el ingeniero. Al menos un integrante del grupo familiar que accederá a la vivienda debe trabajar en su construcción, aunque pueden contemplarse excepciones.
Una de las primeras tareas fue subir sesenta centímetros el nivel del suelo, rellenar y hacer del terreno un lugar habitable, que no se inunde. Ambos obradores se levantan a más de medio metro por encima del resto de la Villa 15, que en esos días del final de diciembre luce embarrada, tras las sucesivas tormentas que sacudieron la ciudad en las últimas semanas del año. Infinitos ladrillos y listones de madera flotan entre los charcos, para hacerlos navegables.
Sueños sin feriado
Cuando en la ciudad a la altura de los barrios bien las familias que lo habitan disfrutaban del feriado administrativo del 22 de diciembre, los vecinos de Villa 15 estaban en otra ceremonia. Reunidos en el aula sobre el ala derecha de la planta baja del Elefante Blanco, las madres y padres y jóvenes en camino de serlo algún día, asistían al Taller de Prevención de Paco*, esa droga maldita, de escaso precio y que deja poco margen de ganancia, creada únicamente para eliminar a los jóvenes pobres. A las 18.30 del viernes 22, informa el cartel, los vecinos de la Villa 15 desafían el asueto dispuesto para los empleados públicos. Porque su vida no les da asueto; la construcción de su futuro no tiene tiempo para feriados; el derecho a la libertad, al disfrute, al conocimiento, a la pared seca y el techo sano, no se toma fin de semana largo. Es la vida que les ha tocado en un tiempo que es de construcción.
El Elefante Blanco
El verdadero nombre de la Villa 15 es Barrio General Belgrano, pero el muro que la dictadura levantó en 1978 sobre sus laterales determinó que se la conozca como “Ciudad Oculta”. Los generales querían esconderla de los extranjeros que vinieran al Mundial de fútbol.
Su surgimiento data de finales de los años 30, cuando esa zona de la ciudad comenzó a ser poblada por obreros del Mercado de Hacienda, de Ferrocarriles y del Frigorífico Lisandro de La Torre. En ese período comienza la migración interna del país y se forman las primeras “villas miseria”.
Un lugar particularmente importante para los vecinos de la villa, sobre todo para la geografía y la identidad del barrio, es el llamado “Elefante Blanco”. El monstruoso edificio, de varios pisos de altura y que permite localizar el exacto punto de la villa desde varias cuadras a la redonda, es el esqueleto de un hospital construido, pero nunca terminado, por el gobierno de Perón, e interrumpido por la Libertadora. Sin ventanas ni puertas, la mole de ladrillos es, desde que las Madres de Plaza de Mayo comenzaron su presencia en la villa, un lugar gravitante para el proyecto “Sueños Compartidos”. Allí se dictan los cursos de capacitación, funcionan los dos comedores que atienden a los 250 trabajadores de cada obrador, y próximamente, una guardería.
Inicialmente, la presencia de las Madres se reducía a los obradores, pero el empuje militante de quienes sostienen el proyecto logró conquistar nuevos espacios. El del Elefante Blanco implicó vencer la indiferencia y la mugre acumuladas allí durante los últimos cincuenta años.
A la entrada del monumental edificio, una red de volley sobre la que algunos adolescentes juegan sin preocupaciones unos pases de pelota, está allí para impedir que familias se instalen en esa franja. Es que la cercanía del comedor, las aulas y la futura guardería vuelven apetecibles esos terrenos.
Subiendo la ancha escalera, se ingresa al Elefante Blanco. Sobre el costado derecho, se encuentran los ambientes de la Universidad Popular. Resulta emocionante recorrer sus pasillos y ver sobre las paredes afiches de la lucha de las Madres, carteles del Congreso de Salud Mental y Derechos Humanos, o simples hojas tamaño oficio con la inscripción “Todo hombre tiene el derecho a ser educado, y el deber de contribuir a la educación de los demás”. Parece la sede de cualquier Facultad de la UBA, sólo que ésta queda en plena Villa 15.
Juan Minghetti, que es ingeniero y docente de Economía Política en la Universidad Popular, tiene la función, también, de coordinar los cursos de capacitación. Durante la recorrida por las aulas de la planta baja del edificio, cuenta que “ese espacio en el subsuelo que ven ahí, estaba lleno de basura. Pero nosotros organizamos unas cuantas jornadas de trabajo solidario y logramos limpiar el lugar. Partimos del concepto que el trabajo solidario genera conciencia”. Varios volquetes provistos por el Gobierno porteño fueron completados con la basura reunida tras la labor solidaria encarada por el conjunto del vecindario. Donde ahora están las aulas hace menos de dos meses había kilos y kilos de desperdicios. Cada espacio está revestido con cerámicas que los mismos vecinos aprendieron a pintar y colocar en los cursos de oficios que allí se dictan.
En el ambiente destinado al comedor, dos mujeres conversan cerca de la cocina, mientras otra recorre atentamente las hojas de un ejemplar del Periódico de las Madres. El merendero sirve almuerzo, cena, merienda y desayuno. Y hay dos, uno para cada obrador.
Siguiendo el pasillo el olor a pintura todavía fresca indica la llegada a la guardería. Amplios espacios de colores tenues y cálidos, baños con sanitarios de breve estatura, sin estrenar, cubiertos todavía con nylon, turban al visitante y lo terminan de convencer acerca de la envergadura de la sólida tarea encarada por las Madres de Plaza de Mayo en la villa. A partir de los primeros días de enero de 2007, 150 niños, hijos de los trabajadores de cada obrador, pasarán allí las horas que dure el empleo de sus padres.
A 30 años del inicio de su larga marcha, los pañuelos blancos dan vida a un jardín de infantes, en el que los más chiquitos darán sus primeros pasos en la formación, que al principio será sólo en base a juegos, estímulos, sonrisas, sueños. Es que las Madres de Plaza de Mayo saben bien que la vida tiene futuro si comienza por los sueños.
Por Demetrio Iramain
* “paco” : droga también conocida con el nombre de “pasta base” o “crack”
Gentileza del Periódico Madres de Plaza de Mayo (Enero/Febrero 2007)
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